Según un estudio llamado «Seis semanas de confinamiento: Efectos psicológicos en una muestra de niños de Educación Infantil y Primaria», por Marta Giménez-Dasí, investigadora de la Universidad Complutense, y Laura Quintanilla, de la UNED, el confinamiento ha tenido un efecto positivo en el bienestar emocional de los más niños, liberándolos de la presión a que se ven sometidos habitualmente.
«Uno de los datos más significativos que hemos observado es que, después de seis semanas de confinamiento, disminuyeron los niveles de ansiedad en los niños de ocho y 10 años«, asegura Giménez-Dasí.
Estos resultados son muy distintos si los comparamos con las otras dos franjas de edad analizada: «Así como no observamos grandes cambios en los niños de tres años (con menor exigencia académica y extracurricular en su vida habitual), los de seis sí que se mostraron más hiperactivos y menos regulados«, afirma la psicóloga.
«Una de las respuestas más repetidas que nos dieron los niños es que estaban cansados de no poder estar con sus familias. Esto debería incitarnos a llevar a cabo una reflexión profunda sobre la vida que llevamos los adultos y la que imponemos a nuestros hijos», comenta Giménez-Dasí.
Por otro lado, se han visto repercutidas negativamente las tareas de los niños, quienes han perdido el completo interés en estas. También, según los padres, ha perjudicado la alimentación, descanso, control de esfínteres y desempeño académico de los más pequeños.