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Los padres de Natalia notaron que ella parpadea incesantemente durante varias semanas seguidas. Además, se despierta de madrugada, muy exaltada entre sollozos. La casa de Beta experimentó algo similar. Sus dos hijas pequeñas cambian de alegría a llanto en unos segundos. La película «Frozen» ya no las consolaba, sin importar cuántas veces la usara la madre.

«Empezaron bien el confinamiento, yo teletrabajo y ellas no iban al cole, estar todo el día juntas les gustaba, pero después empezaron los problemas, cambios de humor drásticos, rabietas y pesadillas. Antes eran muy tranquilas», comenta Berta mientras, al teléfono, una de las niñas reclama su atención a gritos.

Como se publicó en Save the Children hace unas semanas, una cuarta parte de los niños sufren de ansiedad debido al encierro. En otro estudio publicado en la revista médica JAMA Pediatrics, midieron el impacto psicológico del encierro de Covid-19 en China. Los datos muestran que el número de síntomas de ansiedad y depresión ha aumentado en aproximadamente un 5%. «Si en condiciones normales el 17% de la población infanto-juvenil tiene síntomas, en este caso estamos hablando de hasta un 22-23%, siendo este un incremento del 5% más o menos en niños de primaria», explica Celso Arango, jefe del servicio de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

Los meses de encarcelamiento y la dificultad de los niños para absorber condiciones tan complejas pueden afectar los estados emocionales, lo que lleva a más tristeza y sensibilidad, mayor ansiedad e irritabilidad, con despuntes de conducta problemática o destructiva, más miedo e incluso comportamientos de preocupación, incluidos otros problemas psicológicos. Además, también pueden responder a los cuidadores sintiéndose nerviosos, temerosos, enojados o agitados, teniendo pesadillas, mojando la cama y, a menudo, cambiando de humor.

No todos los niños están viviendo el confinamiento de igual forma ni en las mismas circunstancias, dependerá tanto de sus edades como de las situaciones socioeconómicas de sus familias. «Algunos han experimentado síntomas desde el principio de la cuarentena y otros no, cosa que no exime que los puedan sufrir en un futuro. Además de todos los cambios que están sufriendo en este momento (ansiedad, estrés, insomnio, miedos e irritabilidad), se suman también secuelas aún por determinar», aclara Marta Gago, psicóloga clínica en el Centro Ita Moscatelar Madrid.

Hay que tener en cuenta que existen estudios previos sobre el impacto del aislamiento en pandemias y tras desastres naturales o grandes catástrofes. Estos señalan que hay una ratio cuatro veces más alto de estrés postraumático en niños en cuarentena que en niños que no han estado en esta situación. «Aunque debemos ser cautos, los niños tienen una gran capacidad de adaptación a todas las circunstancias, por lo que resulta probable que las consecuencias en muchos casos, si existen, sean mínimas», expone Gago.

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